lunes, 9 de agosto de 2010

Cuento


Por: Su Pirajan

En la fila del lado, sin el afán que se va esfumando cuando se acumulan los años, un anciano cuenta lentamente unas monedas para completar su pago en la caja. En la fila de Jorge, una dama a quien el paso de los años la llena de afanes, busca una marca de cigarrillos que por la prisa no logra reconocer aunque el cajero se esfuerce. Y Jorge, con su dinero y el producto listos, observa la situación con cierto tedio por el capricho de la vida que se empeña en mantenerlo atascado en ese momento; sin embargo, pensando que quizás le este evitando otro momento aún más desagradable, se deja a la súbita opción de la espera y la paciencia. Como él sabe que el destino es algo travieso y quizás a propósito le esta regalando ese instante para divertirlo con tan ambigua situación, se le viene una carcajada maliciosa que quiere emerger ante las caras de desagrado de sus compañeros de fila. La contiene, pero no por temor a pasar por loco, lo que realmente le aterra es agregarle otro ingrediente que prolongue la espera y ser el foco de odios que se acumulan por la desesperación.

En su privilegio de entregarse a las situaciones sin el mínimo acoso del tiempo, se dispone a hurgar en su memoria y hallar algún recuerdo postergado que lo distraiga de sus mofas y los tantos pies que insistentes golpean el piso. Pero en su intento solo consigue apuntar la atención a sus manos y en lo que sostienen, de repente, la sonrisa desaparece y el rostro de Jorge bosqueja una melancolía que congela por completo el mundo que gira fuera de su cabeza. Su mirada clavada en el nombre de una botella, comienza a humedecerse y el ruido del supermercado es despedido por una sordera temporal que lo sumerge en un recuerdo. Limitado a la sutil atención del codazo que cada tanto le propina su vecino de fila, indicándole el lento avance y su fastidio por la distracción, Jorge se da cuenta que casualmente el nombre del vino que ha escogido para celebrar con sus amigos, es el mismo de la dama que amaba y que tan solo hace unos días lo había abandonado.

Consternado por la dolorosa coincidencia y totalmente ajeno a los nuevos acontecimientos que producto de la desesperación, han originado discusiones soeces entre clientes, cajeros, vigilantes y administrador del supermercado, se hecha a llorar en medio de una diarrea emocional que inevitablemente logra contener. Al instante, los insultos paran, las miradas se fijan, los pies se detienen, y Jorge de nuevo es conciente del mundo que gira fuera de su cabeza. Ahora despojado de su pasada tolerancia y paciencia, sin importarle su ya cercana llegada a la caja, se limpia la cara, responde una que otra mirada, se da la vuelta y entregándole la botella al vecino de los codazos, le dijo: - ¡¡Salud!! - , retirándose del sitio.

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Suicidio: cáncer de la sociedad - Documental dirigido por SU.

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