Por: Susan P.
Andrea esta en su cama, ha despertado con los ojos cerrados y su rutinaria nostalgia, algo inquieta y extraña, pero… - talvez silenciada por el miedo-, hoy parece dispuesta a ordenar sus olvidos. Después de permanecer así por largo rato, finalmente se levanta y sin ningún deseo de dejarse pillar por la claridad de los colores, la suavidad de su piel o el vapor de su cuerpo al bañarse, solo cambia de lugar, de nuevo recoge sus extremidades y miserias en la hamaca cerca a la ventana, oscilando la incertidumbre. - Un día que considera dar tiempo al tiempo… conveniente-, por fin decide moverse, retoma viejas manías como si estuviera pasando las páginas de un álbum de fotos, se mira para adentro y envuelve sus memorias, en un instante esta firme, observando sus pies. De repente, - ¿puede ser algo ajeno a los anteriores días? -, surge lo que había amado mucho pero mas bien querido poco. Algo irrumpe en ella y la hace hallarse con la mirada fija sonriendo - ¡es él! -.- ¡Lo que habrá hecho el tiempo con su imagen! -. Recuerda que nunca se tomaron una foto, los insignes momentos siempre fueron las señales y rarezas que dejaron en sus manías, el álbum de recuerdos era ellos mismos. Él, remplazado por los romances que ella sostenía con sus sueños, apasionados e imprescindibles, se retiró - perdió la batalla en medio de felicidades disímiles e incapacidades ineludibles-. Andrea se fue lejos por mucho tiempo y sus caminos dejaron de coincidir. Era conciente de que lo había expulsado de su vida sin contrición. Lo sabía, pero dedicó la tarde a repetir lo que mas le gustaba de si misma, que finalmente era él, siempre había estado en ella su obra. Examinándose en su quimérico momento, revelo su vació - ¡Él! -; él desde que ya no abre los ojos cuando despierta, él desde que la luz se fue de su cara. Al llegar la noche, asediada por el color azul que tiñe el cielo - como cuando las estrellas reclamaban la mirada de ambos -, continua sin entender porque de repente tuvo tanto afán de irse; - al fin y al cabo, todo tiene su tiempo -. Ahora el recuerdo de él, su abandono favorito, su exquisito amigo y la libertad más diáfana de su sonrisa, secuestrada por una rebelión de su cuerpo, y él, por una distracción de su corazón, estaban atravesados en ese momento exigiendo ser recuperados, merecían su tiempo. Pasa dos días en casa sin dejar entrar nada a su boca, solo saca recuerdos con sus ojos atascados en el pasado. Supremamente necesitada de algo más que respiración y en un intento por acallar las fortuitas protestas de sus vaciadas carencias viscerales, toma el teléfono y lo llama, mientras observa con deseo comerse un durazno; – Podría hablar con él cada hora y siempre es una sorpresa escucharlo -. Irrumpiendo entre los gritos de alegría y sorpresa le pone una cita en un café, es una redención de viejos amigos que alguna vez se traspasaron al idilio, dejándolo disipar en el tiempo. El día del encuentro. Andrea recorre el mundo escarbando en su alma mientras se dirige al sitio acordado, su único objetivo - hallar de nuevo una sonrisa… hallarlo -. Él, caminando gradualmente, se mira los zapatos como sonriéndoles, traicionándolos a ratos para lograr ver el aviso del lugar y no perderse. Distraídos en un mundo que no les dio tiempo para preguntar si en realidad hubo un momento donde comenzaron a desaparecer, de darse la vuelta para enterarse donde quedaron y cuando se fueron, logran volver a ellos en ese lugar, logran reconocerse y corresponderse en una de las mesas del café - ¡con sonrisas lavadas por los ojos! -. Pasan tres horas hablando y aceptando la coexistencia de un tiempo que ha pasado con ellos, hurgan en sus palabras, buscan lo que cada uno dejo en el otro. Él con su inamovible sonrisa y ella con su mirada fija repasan todas las radiantes y sobrevivientes figuras que erigen los restos de su historia. Sin embargo, muy a pesar del júbilo, Andrea en tan solo un instante se ve desprendida de ese espacio, siendo irrecuperable, se da cuenta que él no esta ahí porque ya no va a estar más en ella. Cuándo la remembranza se llena de señales, cuando los labios de ella ya no comparten la línea del horizonte y talvez su cara comienza a derretirse por hallar y no hallar lo que estaba buscando, él presiente que algo anda mal. Ve pasar los meseros y la gente pero desconoce su sombra, no sabe si lo esta escuchando, sus ojos están huecos. - ¿Esto es solo darnos un momento de hermosos recuerdos?.... te deje, y deje lo imprescindible, perdí la vitalidad que requería mi cuerpo y con el tiempo, cuando se dio cuenta del hurto que le hice, decidió quitarme todo… ¿no sé qué tipo de mal final le estoy dando a mi biografía?... ¡estas ahí y de nuevo me voy!... De igual manera, como hice contigo decidí aventajar a mi verdugo… renuncie, antes de ser despedida. - Andrea, que no sonreía más desde que se saludaron, siente como se calienta lentamente, no puede creer como se le ha borrado la vida. Resignada, solo lo interrumpe para decirle que no habrá otra ocasión para verse, una vez más la ha perdido. Víctima de una enfermedad e incapaz de ver su cuerpo cansado y sórdido, murió y se esta despidiendo.
martes, 28 de julio de 2009
Cuento/ Ultimo día.
Publicado por Su Pirajan en 8:17 a. m.
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1 comentarios:
Es bastante magnifico el hilar de la historia y presenta un tinte poético el asunto pero considero que es un cuento que podría coger fuerza si se narrará con menos palabras. Los sucesos de la historia no ameritan su extensión. Al contrario, hay momentos en que tiende a percibirse plano, muy formal y sin “vida” no es un texto que “suscite” y aunque si hay, no es perceptible las emociones, situaciones y/o conflictos. Acredito la estructura de los diálogos, éstos están colocados en el sitio indicado. Algo que se me pasó falto separación por párrafos. Abrazos.
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